El efecto de la
nutrición en el desarrollo del cerebro comienza antes de nacer: con la
nutrición de la madre. La desnutrición y los efectos negativos resultantes en
el cerebro durante el embarazo y los primeros dos años de vida pueden ser
permanentes e irreversibles.
Estudios afirman que el amamantamiento parece llevar a un desarrollo
más alto del coeficiente intelectual en los infantes. Posteriormente durante el
proceso de maduración de las células cerebrales y la introducción de la alimentación complementaria, se
requiere de nutrientes claves que se obtienen de los alimentos: los ácidos
grasos esenciales, el hierro, el zinc y yodo.
Entre los ácidos grasos esenciales encontramos al Araquidonico
(ARA) y al Docohexanoico (DHA) los
cuales durante el proceso de desarrollo
neurológico, desempeñan un papel determinante. Una buena fuente de estos
nutrientes esenciales constituyen: la yema del huevo, pescado, semillas oleaginosas, etc.
Por otro lado
encontramos el hierro que es una parte necesaria del tejido cerebral. Los
impulsos de los nervios se mueven más lentos cuando hay una deficiencia de
hierro. La deficiencia de hierro durante la infancia puede causar daño
permanente al cerebro del niño.
También
podemos notar otro nutriente importante como el zinc que también participa en la transmisión de
impulsos nerviosos y que recientemente se lo ha relacionado con la regulación
de los receptores de sincronización de las
neuronas. Los niños con deficiencia aguda de zinc pueden sufrir
convulsiones.
Asimismo la deficiencia de yodo durante los primeros años
está asociada con la reducción de la cognición y logros en niños de edad
escolar.
Finalmente un
aporte adecuado de carbohidratos proveerán de energía para el buen
funcionamiento del cerebro,
Ante toda
esta evidencia, es indispensable proporcionar en los primero años de vida, una alimentación balanceada que contenga estos
nutrientes que ayudaran a un óptimo desarrollo de su potencial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario